Época:
Inicio: Año 1 A. C.
Fin: Año 1 D.C.

Antecedente:
HISTORIA DEL ALMIRANTE



Comentario

Cómo el Almirante salió de Lisboa para venir a Castilla por mar


Después, el miércoles, 13 de Marzo, a dos horas del día, el Almirante dio velas para ir a Sevilla; el viernes siguiente, a mediodía, entró en Saltes, y surgió dentro del puerto de Palos, de donde había salido el 3 de Agosto del año pasado de 1492, siete meses y once días antes. Allí fue recibido por todo el pueblo en procesión, dando gracias a Nuestro Señor por tan excelsa gracia y victoria, de la que tanto acrecentamiento se esperaba para la religión cristiana y para el estado de los Reyes Católicos, teniendo aquellos vecinos en mucho que el Almirante, cuando salió, hubiese desplegado velas en aquel lugar, y que la mayor parte y más noble de la gente que había llevado, saliese de aquella tierra; aunque muchos de éstos, por culpa de Pinzón, hubieran tenido alguna perfidia y desobediencia.

Al mismo tiempo que el Almirante llegó a Palos, Pinzón arribó a Galicia, y quería ir él solo a Barcelona para dar cuenta del suceso a los Reyes Católicos; pero éstos le intimaron que no fuera sino con el Almirante, con el cual había ido al descubrimiento; de lo que recibió tanto dolor y enojo que se fue a su patria, doliente, y en pocos días murió de pena.

Antes que éste volviese a Palos, el Almirante fue por tierra a Sevilla, con ánimo de ir de allí a Barcelona, donde estaban los Reyes Católicos. Y en el viaje tuvo que detenerse algo, aunque poco, por la mucha admiración de los pueblos por donde pasaba, pues de todos ellos y de sus proximidades, corría la gente a los caminos para verle, y a los indios y las otras cosas y novedades que llevaba. Así continuando su camino, llegó a mitad de Abril a Barcelona, habiendo hecho antes saber a Sus Altezas el próspero suceso de su viaje. De lo que mostraron infinita alegría y contento; y como a hombre que tan gran servicio les había prestado, mandaron que fuese solemnemente recibido. Salieron a su encuentro todos los que estaban en la ciudad y en la Corte; y los Reyes Católicos le esperaron sentados públicamente, con toda majestad y grandeza, en un riquísimo trono, bajo un dosel de brocado de oro, y cuando fue a besarles las manos se levantaron, como a gran señor, le pusieron dificultad en darle la mano, y le hicieron sentarse a su lado. Después, dichas brevemente algunas cosas acerca del proceso y resultado de su viaje, le dieron licencia para que se fuese a su posada, hasta donde fue acompañado por toda la Corte. Estuvo allí con tan gran favor y con tanta honra de Sus Altezas que, cuando el Rey cabalgaba por Barcelona, el Almirante iba a un lado, y el Infante Fortuna a otro, no habiendo antes costumbre de ir más que dicho Infante que era pariente muy allegado al Rey.